Pentecostés es la fiesta «del Espíritu»: del Espíritu de Jesús, del Espíritu en la Iglesia, del Espíritu de todo bautizado, del Espíritu en el mundo. Por eso cierra el ciclo pascual de los 50 días. La Iglesia en sus comienzos estrena la fiesta del Espíritu Santo. La alegría, o sea el Espíritu, está presente en la comunidad primitiva: los discípulos, las mujeres y, entre ellas, María la Madre de Jesús están llenos de Espíritu Santo. Todos hablan y entienden el lenguaje del amor.
Y la Iglesia comienza el anuncio, su misión ante la humanidad. Jesús regala el Espíritu, “exhaló su aliento sobre ellos”, repite el gesto primordial del Creador que alienta sobre el barro del primer ser humano y le da vida. Así ahora, el Espíritu brota de la boca de Jesús para dar vida nueva a nuevas criaturas, a una nueva creación. La nueva humanidad. Donde está el Espíritu no hay distinciones, ni clases de personas, ni élites. El Espíritu a todos comunica su fuerza, su ánimo; en torno a El surge la nueva condición humana del amor. La plenitud del Espíritu nos va haciendo tomar conciencia de que somos una nueva creación, una nueva humanidad, de que somos consagrados en la verdad y en la libertad.
1. Sabiduría
Es el don de entender lo que favorece y lo que perjudica al proyecto de Dios. Él fortalece nuestra caridad y nos prepara para una visión plena de Dios.
La verdadera sabiduría trae el gusto de Dios y su Palabra.
2. Entendimiento
Es el don divino que nos ilumina para aceptar las verdades reveladas por Dios. Mediante este don, el Espíritu Santo nos permite escrutar las profundidades de Dios, comunicando a nuestro corazón una particular participación en el conocimiento divino, en los secretos del mundo y en la intimidad del mismo Dios.
3. Consejo
Es el don de saber discernir los caminos y las opciones, de saber orientar y escuchar. Es la luz que el Espíritu nos da para distinguir lo correcto e incorrecto, lo verdadero y falso.
4. Ciencia
Es el don de la ciencia de Dios y no la ciencia del mundo. Por este don el Espíritu Santo nos revela interiormente el pensamiento de Dios sobre nosotros, pues “nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios”
5. Piedad
Es el don que el Espíritu Santo nos da para estar siempre abiertos a la voluntad de Dios, buscando siempre actuar como Jesús actuaría. Si Dios vive su alianza con el hombre de manera tan envolvente, el hombre, a su vez, se siente también invitado a ser piadoso con todos.
6. Fortaleza
Este es el don que nos vuelve valientes para enfrentar las dificultades del día a día de la vida cristiana. Vuelve fuerte y heroica la fe. Recordemos el valor de los mártires. Nos da perseverancia y firmeza en las decisiones.
7. Temor de Dios
Este don nos mantiene en el debido respeto frente a Dios y en la sumisión a su voluntad, apartándonos de todo lo que le pueda desagradar. Por eso, Jesús siempre tuvo cuidado en hacer en todo, la voluntad del Padre.