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CANCIÓN DE CUNA
La niña canta en la fragua
Nana, nanita, nana
La noche se acerca en silencio
Con sus zapatitos de cristal
Y su collar de corales
La niña canta en la fragua
Nana, nanita, nana
La noche sueña que es clara y hermosa
… que es blanca como el jazmín
… que es honda como el gemido
La niña canta en la fragua
Nana, nanita, nana
La noche ríe y juega con la luna
Las dos vestiditas de blanco
Pasean por el firmamento
La niña canta en la fragua…
Y la noche la acompaña al son de las palmas
Con sus zapatitos de cristal
… y su collar de corales
Teresa Capitán
¿Volveremos a ser los mismos? hay tantas preguntas en el aire,
y es que estamos ahí, en el aire que hasta da miedo mirar un calendario,
podremos hacer esto, lo otro, sin campamentos, en la playa con mamparas?
de locos! prefiero no aventurar. Vivo hoy.
Agradecer el trabajo de todos, ¡tela nuestros maestros y profes!,
agradecer esos rostros, aunque sean en pantallita, cuánto calor da,
incluso a algunos los vemos más,
agradezco tanto talento incluso desconocido,
agradezco el empeño, la capacidad de cambio y adaptación,
ese acompañamiento sereno, esa gente que siempre dice:
«Tranquila, no pasa nada, lo estáis haciendo muy bien»,
la gente positiva que no carga más el ambiente, la mano tendida (aunque no te toque),
la sonrisa fresca, alegre, con ganas de ayudar a pesar de los cansancios.
Gente que cuida, gente que reza, que espera tiempos mejores que vendrán.
Quizás se nos hayan caído unos cuantos velos, yo no sé si soy capaz de narrar, de hacer un relato,
pero cada día seguimos aprendiendo y enseñando, de esto no me faltan las ganas.
Y mientras, seguir soñando, arrancando una emoción, sosteniendo, alentando y
en momentos como compartía ayer, también acurrucarme, dejar que otros me sostengan,
permitirme sentir, palpar mi vulnerabilidad, mi fragilidad, hay tiempo, días para todo.
Pero nunca para dejar de creer en ese Amor que todo lo puede.
Amelia Ramírez
EMOCIONES CRUZADAS
Me pongo a escribir, después de leer un folleto sobre “las emociones y cómo gestionarlas”. Me ha gustado y me ha hecho pensar en mi propio estado emocional.
En estos últimos días y dada la “terrible pandemia” que estamos viviendo y sufriendo mis principales emociones son de tristeza, miedo, dolor… y difícilmente aparecen en mi rostro una sonrisa.
Estoy triste por el mucho dolor que están sufriendo tantas personas y han sufrido algunas de nuestras hermanas y familiares.
También estoy muy preocupada por lo que pueda ser la pandemia en el mundo más empobrecido, especialmente en África.
No me da tanto miedo a que me contagie yo, como que lo haga alguna de mis hermanas de Comunidad, sobre todo Manuela, que es mayor.
Parece que me he quedado en tiempo de Cuaresma y de él no he salido, pero tampoco es del todo así pues he celebrado la Pascua y siento al Señor vivo y cercano entre nosotros.
Su Resurrección me da alegría y confianza en medio de este maremágnum de emociones negativas y hace que, en medio de mi tristeza, vea al fondo una luz de esperanza que me provoca serenidad y poder apreciar la preciosa primavera que hay en nuestro jardín, la cual expansiona el espíritu.
Sabiendo que toda cruz tiene su resurrección, y lo sé por experiencia, deseo y espero que nuestra resurrección sea cada día, pues sentimos al Señor cerca a pesar de la oscuridad del momento.
Rosa Mª Hernández
AMANECER DE UN PUEBLO
A este pueblo yo llegué
en uno de aquellos días
que el destino nos depara;
en este pueblo emprendedor
yo planté mi tienda un día
y cuando el sol vuelva a brillar
alguien al fin recordaría
aquella llegada mía.
Sí, a este pueblo yo llegué,
¿qué canción le cantaría?
Al pensar una canción,
una luz allá en la lejanía,
una onda fugitiva…
¿Te canto? ¿No te canto?
Sí, soñé que un día
una sombra blanca me envolvía…
y cuando el dorado sol
a brillar empezaría,
yo de nuevo cantaría.
Mi voz incesante quiere
poner un tono de sinfonía
y que sus notas certeras
una nueva primavera,
de nuevo entonaría.
¡Qué hermoso es cuando la blanca mañana
aparece coronada de fulgor,
serena, discreta y solidaria!
Es el amanecer de un pueblo
que busca sus orígenes
en solidaridad y armonía.
Así pensé que en Alacuás yo encontraría
himnos de entrega en la acción
y buen hacer sin medida,
colaboración y alegría,
y muchas estrellas que brillan
después de soñar que Dios estaría.
Si al amanecer crees que por tu nombre
te han llamado y al pasar por tus oídos
onda discreta ha llegado,
radiante aurora, amanecer sincero,
hay vida, hay sinceridad,
en este pueblo pionero…
Así, encontré Alaquàs entre bloques
de pisos estirados, parques y caminos
y un hermoso castillo renovado,
que el transeúnte admira
al lado de su sombra resguardado.
Yo voy cantando mi canción,
un día y más días contemplando
a este pueblo, y canto a sus parques
ordenados, y a las fuentes cantarinas
que ríen y sueñan canciones que dan vida.
Volví a cantar con voces de cercanía
y avanzando junto a él,
entonando mis melodías,
allá, junto a este pueblo
yo siempre cantaría.
Porque de colores se visten
los pueblos de Valencia, y al pasar junto a
estos hasta las nubes ríen, cantan y bailan;
y entonces la blanca luna engalanada
se recrea mirando al Turia sosegada.
María Esperanza Clares Jiménez Sch.P
BAMBOLEO EN EL MAR
Mira, Señor, cómo se lleva esta ola bamboleada
Por los embates bravos del mar,
No dejes que sea llevada
Por las atracciones brutas del mal.
Es verdad, que somos muy poco o nada,
Pero también, aunque limitados…
Siempre hemos deseado
Movernos en tu compás.
Consérvanos como flores de loto enseñoreadas,
Que sobre la turbulencia del agua de la vida,
No nos mojamos y conservamos la paz.
Mira, de nuevo, Señor, este oleaje
Lanzado a la deriva sin timón;
Son muchas las tormentas,
Descargadas sobre nosotros sin compasión,
Que nos han hecho perder el valor,
Hemos experimentado hundirnos,
Alejados de tu amor.
Señor, no nos dejes hundir
en estas confusiones que nos rodean
y es que no nos dejan ser lo que somos:
Nos llevan a la inseguridad,
Nos quitan las ilusiones con proyección de futuro.
M. Catalina Cortés Jesús
CREO EN TI
¡PORQUE CREO EN TI… LUCHO, AMO, ¡SUEÑO!
CREO EN TI cuando en este mundo loco corren los hombres tratando de ser los primeros; cuando el pobre es despreciado; cuando el obrero es vilmente explotado; cuando el hermano llega a odiar a su propio hermano.
CREO EN TI a pesar de que el mundo está infectado de odios y de guerras, a pesar de tanta hambre de pan, de sexo, de amor… que nunca llega a ser saciada porque la vida parece que se nos ha dado para ser vilipendiada, para sernos arrancada de las manos, para ser instrumento de tortura del hombre por el hombre…
CREO EN TI aunque hoy la mayoría pregone por las calles, en las plazas y en la cátedras que no existes, que eres solamente un producto de la alienación, imagen idealizada por una mente adormecida por el fracaso, la desesperación o la injuria de los que dicen llamarse “superhombres”.
CREO EN TI, creo en tu amor que se me da sin encontrar en mí, grandezas, sin pedirme nada a cambio, que me hace crecer porque me tiene en cuenta, porque simplemente me AMA.
CREO EN TI, creo que Tú das sentido a mi vida, que me invitas a amar, a reír, a entregar mi ser entero, sin buscar a cambio ni el placer sexual ni la mezquina recompensa, incluso en medio, tantas veces, de la incomprensión, la ingratitud y el desagradecimiento.
Tú, Señor, ¡das sentido a mi ser! y me haces seguir adelante, a pesar de tantos como dicen que no merece la pena el vivir así: “una vida hecha entrega en la oscura y monótona existencia”.
Pero, yo CREO EN TI, y por eso ¡LUCHO, AMO, ¡SUEÑO!…
Porque SI NO CREYERA EN TI… ¡MI VIDA SERÍA UN ETERNO VACÍO!
Mª del Carmen Armendáriz
EL SILENCIO EN DÍAS DE CONFINAMIENTO
– ¿Oyes? – ¿El qué? – El silencio -No, no lo oigo. Lo siento, lo sufro. – ¿Lo sufres? No comprendo. – Sí, me envuelve. Es como si me aprisionase y mi cuerpo se quedase sin vida, tan acostumbrado al bullicio, la actividad, la prisa, el cansancio…Este silencio que todo lo envuelve, esta quietud que me rodea, me abruma, me pesa. – ¿Te pesa? – Sí, me pesa, no me gusta, prefiero el bullicio de la vida, el ruido de los coches, el ir y venir de la gente, las risas, los abrazos… ¿Cómo dices tú qué lo oyes? – Sí, yo lo oigo, mejor, lo escucho. – ¿Lo escuchas? – Lo escucho y unas veces me sosiega y me da paz y otras veces me habla. Me detengo a escucharlo. Y en la escucha, me llegan ecos de voces lejanas y próximas. Voces queridas y voces que creía olvidadas y en el silencio se hacen presentes. Amo ese silencio, que ha llegado sin buscarlo, como la sombra que se va extendiendo cubriéndolo todo. Un silencio habitado, lleno de vida, de experiencias pasadas, de deseos y sueños permanentes que, en él, se avivan. Un silencio habitado, que a veces me reprocha otros silencios que no debieron existir, pues se perdió el momento de dar la palabra oportuna, el consejo esperado, aquello que deseaba decir y no dije, palabras abortadas, gestos que perdieron su momento. Amo este silencio habitado, que me permite vivir un tiempo en quietud, traer al presente lugares, olores, rostros del ayer y del hoy para que no se los trague el olvido. Este silencio, roto cada día con los aplausos que llenan las ventanas, que hacen visibles rostros que desconocía, saludos compartidos con el mismo mensaje: “Hola, seguimos aquí, superamos otro día”. Aplausos agradecidos a tantas personas desconocidas que están dándolo todo, sanando, ayudando, vigilando. Aplausos que nos hermanan y nos hacen más próximos unos de otros. ¿Cómo dices que te pesa el silencio? Es un silencio limpio, transparente, que permite descubrir detalles que las prisas no te dejan ver, contemplar los árboles cubriéndose de verdor, disfrutar ya con lo que luego haré porque en el silencio ha crecido el deseo de abrazar, sonreír, saludar, amar más y mejor. Un silencio largo, diferente que ejercita mi paciencia, que me permite orar, leer, pensar… Este silencio no pesa. Un silencio que si detrás de él, no hubiera dolor y muerte, sería un silencio que debería volver de vez en cuando, para hacernos gustar todo lo esencial, lo valioso de verdad que tenemos y que perdemos. Silencio, quietud que, si detrás no hubiese el dolor y la muerte que ahora empaña nuestros ojos, debería volver de vez en cuando para liberarnos de la vorágine feroz de nuestra sociedad que nos atrapa, para descubrir la riqueza de la vida cotidiana que muchas veces creemos plana y carente de interés, porque el hacer nos puede y no nos deja reconocer ni agradecer. Silencio en confinamiento. Formas diferentes de vivirlo. Sea cual sea, pasarán a ser experiencias únicas, que marcarán estos días de nuestra existencia.
Mª Pilar Gabasa. Sch.P.